XLII
Un
nuevo jueves. El Presidente asistía a la reunión obligado por su
hermano, con el que había discutido por primera vez, este estaba muy
nervioso ante los acontecimientos, parecía que
transmitía sus preocupaciones a los dos sobrinos; ellos,
al parecer, le respaldaban.
Salomón
Siegman recordó las luchas intestinas por el
poder que tuvieron sus antepasados, conocía los riesgos. Los
negocios son llevados en los genes generación tras generación.
Para estos judíos, la familia es negocio y el negocio es la familia.
Al igual que en los clanes animales, en cuanto el líder flaquea es
atacado por otro miembro que se siente capaz de derribarlo,
por eso él aupó a los más débiles. Pero llegado el momento, el
ansia de poder aparecía. Volvían los secretos, las alianzas y las
traiciones.
Un
joven que apenas superaba la treintena, con traje gris oscuro y
corbata roja, ocupaba el asiento en el que antes se sentaba Violeta.
-¿Y
bien? -preguntó el Vicepresidente Segundo, que permanecía como el
resto de sus familiares, con los brazos cruzados delante del pecho.
No
dio su nombre. Se limitó a decir que evidentemente trabajaba en
Cesaré s Enterprise y que estaba en el lugar adecuado, que la vida
es cara, que les podía pasar toda la información y los movimientos
que ellos iban a hacer por anticipado. En resumen, se
ofrecía como chivato de la empresa que le daba de comer, de la que
ya se sentían enemigos el resto de los allí presentes. Y como todo
eso tenía un precio, quería ganar dinero rápido y de una tacada.
-Solo
un millón de dólares -dijo alegre y suficiente, como si estuviera
en una cafetería con amigos.
Con
naturalidad dejó a las claras que tenía una oportunidad y la quería
aprovechar, pero el resto de los hombres no estaban para fiestas.
Cuando terminó de hablar, sus interlocutores judíos permanecieron
callados, parecía que para todos la cuestión estaba clara. Para
todos menos para uno, el Presidente.
-Bien,
vamos a ver hasta qué punto usted está al tanto de todo como nos
quiere hacer creer. -Todos
quedaron expectantes ante las primeras palabras pausadas del hombre
que se veía que era el que mandaba allí-. Hace unos meses hubo una
reunión entre el señor Cacciatore y una persona de esta casa, ¿sabe
de qué se habló allí?
La
sonrisa del joven se amplió.
-Usted
se está refiriendo a la reunión en el Alain Ducasse del señor
Cacciatore con su, hasta hace poco, socia italiana. -Los tres
Vicepresidentes se miraron entre ellos cuando escucharon esas
palabras, solo el Presidente permaneció neutro.
-Así
es.
-En
esa reunión trataron del mismo asunto que estamos tratando aquí
-dijo el joven afilando la mirada.
-¡¿Cómo?!
-El Vicepresidente Primero no pudo contener la reacción, parecía
obsesionado con todo lo que proviniera de Violeta.
El
Presidente le lanzó una mirada de reprobación que no pudo ver, pues
estaba irritado, ofuscado, por lo que su hermano le gritó enfadado:
-¡Cállate!
Quedó
petrificado. Quiso contestarle, pero no se atrevió. Se echó hacia
atrás en el asiento sintiéndose ridículo y anulado ante los demás.
Su hermano no hizo nada por
aliviar la humillación, al contrario, se le vio muy molesto con él.
El
joven miró a unos y a otros, el Presidente volvió la vista hacia
él.
-Continúe.
-Sí,
ella tuvo en sus manos toda la información, está claro que no les
dijo nada a ustedes. -La sonrisa del joven de la corbata roja tomó
matices irónicos.
En
ese instante, Salomón Siegman comprendió todos aquellos detalles
que no terminaba de entender en Violeta. Existía otro porqué en su
marcha, como él sospechó.
A
los Vicepresidentes se les instaló un vacío sobrevenido en el
estómago. El miedo visitaba a
estos LADRONES de ¨GUANTE BLANCO¨ QUE SE CREÍAN MÁS LISTOS QUE EL
SISTEMA, y el Vicepresidente Primero y Tercero lo hacía en
forma de pánico. A ellos no les gustaba tocar los temas con los que
había que tener menos escrúpulos, los relacionados con El
Cielo, así se creían más inocentes. Solo les parecía
bien su existencia cuando repartían el dinero procedente de él. En
el fondo, pensaban que nuca serían descubiertos. Llevaban ya mucho
tiempo realizando este tipo de operaciones y solucionaban con
eficacia los pocos inconvenientes que se presentaban.
De
repente vieron que podían perder todo en un instante, y no solo
esto, también comenzaban a ver que sy futuro iba a ser muy
diferente al pasado, estaba entre rejas. Ante eso, el
Vicepresidente más joven y el de más edad, sin hablar, tuvieron el
mismo pensamiento; huir. Son muy pocos los que aguantan el tipo
cuando llegan esos tiempos, esa
es una de las diferencias entre los verdaderos líderes y los que no
lo son. En esos momentos también destacan los que están dispuestos
a todo y permanecen al lado de sus jefes, los que después les
sustituirán.
-Está
bien, joven. -El Presidente demostraba tranquilidad-. Su información
es bastante menos valiosa de lo que usted cree. -Al invitado le
desapareció la sonrisa de la cara en un segundo-. De todas formas,
manténgase en contacto con mi sobrino -señaló el Vicepresidente
Segundo, que reaccionaba y se sentía elegido-, él le acompañará a
la salida, gracias.
-Disculpe,
señor, pero...
-Ya
le he dicho que gracias.
El
joven se levantó nervioso, no sabía qué decir ni en qué situación
quedaba todo. Y la duda principal, ¿iba a sacar algún dinero de
aquello?
Se
reconoció como un novato frente a un hombre acostumbrado a
negociaciones de verdad, sin usar el poder se lo
hizo sentir.
Cuando
la puerta se abrió e iba a salir, un nuevo impulso, no le quedaba
nada claro, tenía que decir algo. Se volvió y vio la cara del
Presidente, que le miraba de forma amable, fue a hablar y solo le
salieron estas palabras:
-Gracias
por su atención.
Se
marchó diciéndose a sí mismo que era un idiota.
ANTONIO
BUSTOS BAENA.
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