jueves, 13 de agosto de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.


XLIV
El rabino Avraham balanceaba el cuerpo a cada paso que daba. Había salido del 770 y cruzaba la acera. Se fijó más de lo normal en David, un joven chófer delgado y pelirrojo que le esperaba con la puerta de la limusina abierta, le llamó la atención que su apariencia inocente de siempre estaba desapareciendo.
Shalom.
-Shalom aleichem.
Le costó trabajo acomodarse, resoplaba.
Esperaba las órdenes observándolo por el espejo retrovisor. De un día para otro solo sabía a la hora que lo tenía que recoger. El itinerario a realizar era siempre un secreto, lo iba conociendo poco a poco, trayecto a trayecto. El rabino era un hombre que no paraba de hablar a lo largo del día, y sin embargo apenas daba información, solo ponía a las personas en el camino que a él le interesaba para conseguir lo que nadie sabía. A pesar de su obesidad, desplegaba cada día una intensa actividad de relaciones por toda la ciudad tirando de su cuerpo.
-Al JFK -dijo mientras se atusaba la barba canosa contra el pecho.
Tocaba recoger a alguien del aeropuerto. Intereses de aquí conectando a través del rabino con intereses de allá y, en medio, siempre algo quedaba.
El visitante tenía cierta edad. Vestía escrupulosamente con traje y abrigo caros. Llamaban la atención sus ojos aumentados tras los cristales de unas gafas al aire. No llevaba equipaje, ni siquiera maletín, señal inequívoca de que regresaría en el mismo día a su ciudad de origen, San Diego, por lo que David escuchó.
-Vamos ahora a la Reserva Federal del Banco de Nueva York. Había llevado al rabino a muchísimos lugares, pero a este era la primera vez. Se puso en marcha y procuró abstraerse, no le gustaban los tejemanejes que se traía, no le interesaba lo que se hablara a sus espaldas, pero necesitaba el trabajo. Había escuchado comentarios que le producían una profunda aversión. Así que siempre ponía música clásica con el volumen muy bajo, pero lo suficiente para mejorar el asqueroso ambiente. La mayoría de los negocios relacionados con la construcción que se acometían en cincuenta millas a la redonda se habían comentado en aquella limusina.
El Ayuntamiento, donde el rabino tenía una lista interminable de contactos, la obtención de concesiones era otra de sus especialidades, a las que había que añadir los negocios entre correligionarios, sobre todo cuando podía doblar intereses dirigidos a defenestrar al que debía ser su mayor enemigo: Elud Hakim, Presidente de la Fundación Canaan´s Earth.
El rabino sentía un especial odio hacia este hombre, David no sabía por qué, y ahí sí prestaba toda la atención, se le producía una fuerte rebelión hacia su jefe, estaba profundamente enamorado de la doctora Gisele Hakim, la única nieta de aquel viejo judío, uno de los más importantes de su comunidad; pero ella era una mujer inalcanzable para él.
La limusina se detuvo ante la puerta principal de la Reserva Federal, no había mucho movimiento de personas y, al poco, reconoció un rostro que se dirigía hacia ellos, pertenecía a una importante familia del mundo financiero, los Siegman, y David supo de inmediato que este sería el otro interesado en la mediación del rabino.
-Ponte en marcha.
Así lo hizo sin esperar, a continuación preguntó:
-¿A dónde, señor?
Los otros hombres no expresaron una preferencia, por lo que el rabino no lo dudó.
-Al Dodo Bird.
Estaba cerca, en nada estarían allí y el rabino podría saciar lo que ya demandaba de inmediato cuando le indicó el lugar; un par de brownies de chocolate con helado, nata y arándanos, que tanto le gustaban.
Se detuvo en la misma esquina donde estaba el local, fachada blanca con grandes cristaleras. La corriente del East River le señalaba dónde estaba la Estatua de la Libertad, la tenía al frente. De nuevo, Gisele Hakim en su mente, era lo que le sugería su imagen. Cuando iba allí, con el puente de Brooklyn en alto y a las espaldas, era una de las esperas más agradables.
El hombre de los cristales de aumento se extrañó cuando vio la figura del ave a la que se hacía referencia por todo el local.
-¿Y el bicho este...?
-Dicen que fue el primer animal cuya especie desapareció por la acción del hombre, no tenía miedo y por eso fue presa fácil comentó el rabino riendo.
-Fiarse de nosotros... ¡Que te den por culo, por tonto! -exclamó el Vicepresidente Segundo riendo al tiempo que negaba con la cabeza.
Los otros hombres debían de pensar igual porque rieron sus palabras. No quisieron tomar nada, salvo el rabino, que no dudó, su brownie tal y como la camarera ya sabía, era cliente habitual.
-Quiero serle sincero, me extraña muchísimo que no esté aquí su tío -dijo el de San Diego.
-Esta reunión tiene otras características, digamos que... más prácticas, es mejor que no esté él -dijo el Vicepresidente Segundo.
-Entonces... ¿no me debo de preocupar?
Sonrió al escuchar esas palabras, sabía perfectamente lo que quería decir.
-Señor, su dinero está a salvo en mi familia.
-¡Oh!, por supuesto, lo único que le quería hacer notar es la rapidez con que atendimos sus demandas económicas y nuestra disposición en unas condiciones inmejorables, sin intereses, eso, en el mundo en que vivimos..., ya no se da, y quiero que no olviden -dijo con una falsa sonrisa.
El Vicepresidente Segundo no quiso contestarle a esas cuestiones. Efectivamente, respondieron de manera inmediata, pero la sobrevaloración que le dieron a los diamantes con los que pagaron a Violeta ya llevaba implícito un importante beneficio, y ahora le quería vender que no le habían aplicado intereses. No lo podían evitar, eran así.
-Digamos que esta es una nueva cuestión, el problema de ahora no lo queremos arreglar con dinero.
-¡Ah!, bien, es un método que me gusta más que el otro, pagar es lo último.
-Tenemos un informador que nos hará saber cuándo las circunstancias son las adecuadas. Me he reunido varias veces con él..., y mi familia... Digamos que lo tenemos claro, estamos preparados, solo nos falta la mano ejecutora. Creo que más claro no puedo ser.
-Se lo agradezco, nuestra colaboración va a ser muy fructífera, se lo aseguro, al fin y al cabo somos hermanos y debemos estar unidos. ¿Dónde hay que realizar el trabajo?
-Aquí, en Nueva York.
-Bien, tenemos dos equipos permanentes destacados en la ciudad con capacidad de respuesta inmediata, las veinticuatro horas.
-Esta cuestión la llevamos entre mi tío Salomón y yo.
-¡Ah!, bien... -dijo sonriendo de nuevo, ahora comprendía mejor el motivo por el que no estaba allí el Vicepresidente Primero, su actual interlocutor había adquirido más poder dentro del negocio familiar.
-¿Os vais a arreglar? -preguntó el rabino, que había terminado de limpiar el plato.
-Sí, seguro -contestó el Vicepresidente Segundo.
-Con nosotros es fácil, trabajamos de forma rápida, sencilla, eficaz...
-¿Qué más se puede pedir? -concluyó el rabino como si tuviese prisa-. Mientras vosotros comentáis los detalles finales yo voy a dar un paseo al lado del río para quemar calorías, en diez minutos estoy aquí.
-Bien.
El rabino salía y caminaba balanceando su cuerpo como si tuviese prisa, solo miraba al suelo. David lo vio, ya sabía lo que tenía que hacer, seguirlo por si se cansaba que tuviera el vehículo cerca.
Se ajustó la kipá, mentalmente hacía combinaciones de lo que tenía a mano y a su favor, sus fuerzas, instituciones, posición, dinero, hombres dispuestos a todo, pero había algo que necesitaba y que era fundamental en los tiempos que corrían; ciencia y tecnología. Si lo conseguía tendría todo el poder sobre su comunidad, la situación global iba a empeorar y los suyos tenían que salir adelante como siempre lo habían hecho. Él se sentía elegido para conducir a su pueblo a través del desierto, como en su día hizo Moisés, en busca..., de vuelta a la tierra prometida.
Si David hubiera sabido en ese momento las consecuencias de las alianzas a las que él estaba asistiendo y los efectos que tendrían para la familia Hakim, para su amada Gisele, cuando se subieran todos en la limusina para hacer el viaje de vuelta, sin dudar habría bloqueado las puertas y lanzado el vehículo al río. No le habría importado morir.

ANTONIO BUSTOS BAENA.

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