En
1907 aparece, como se ha dicho, la edición refundida de Soledades.
Pero es también el año en que se produce otro acontecimiento
fundamental en la vida del poeta; su traslado a Soria como
catedrático de Francés del Instituto General y Técnico de esta
localidad, tras haber ganado la correspondiente oposición. Aunque
Machado sólo poseía el grado de bachiller, se acogió a la Ley de
Instrucción Pública de 1857, que eximía de la necesidad de poseer
un título universitario a los profesores de lenguas vivas y de
dibujo. En mayo de 1907 efectuó el poeta un breve viaje a Soria para
tomar posesión de su cátedra, y en septiembre se instaló en la
ciudad.
El
traslado a Soria favorece un descubrimiento -en realidad, tardío- de
-Castilla que aproxima la mirada de Machado a otras visiones
anteriores de hombres del 98 como Unamuno. Azorín o Baroja. La
poesía machadiana experimentará en el nuevo entorno cambios
perceptibles. Desaparecen los parques solitarios. Las fuentes de
mármol, los cipresales y, en general, la escenografía de estirpe
libresca que dominaba los libros anteriores; el espacio poético se
puebla de chopos, olmos, caminos pedregosos, margaritas, cigüeñas,
sierras calvas... La naturaleza soriana -un paisaje ahora vivo, nada
libresco invade los versos de estos años. Y brota en muchos poemas
una inquietud social, una preocupación por el porvenir de España
(¨la malherida España, de Carnaval vestida¨) que se vuelca en la
denuncia de un estado de parálisis y atraso, lleno de vicios y
miserias seculares.
Abunda
el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz
de insanos vicios y crímenes bestiales,
que
bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava
de los siete pecados capitales
y
dominado por la envidia y por la ¨sombra de Caín¨.
No
hay duda de que esta faceta de Machado, deudora del espíritu
regeneracionista de Lucas Mallada y de Joaquín Costa tanto como en
la mirada dolorida y admonitoria de Baroja o de Azorín, se
manifiesta palmariamente en muchos de los poemas escritos en Soria,
que darán origen al libro Campos de Castilla (1912). Pero
acaso esta visión de la nueva obra resulte un tanto parcial e impida
comprender su pleno sentido desde una perspectiva global de la poesía
de Machado. Porque Campos de Castilla
supone un avance, pero no una ruptura con respecto a Soledades
y a su versión refundida de
1907. Lo cierto es que el tema central no varía esencialmente. Las
primeras contemplaciones hondas de Castilla traen el recuerdo de
pasadas guerras, de un tiempo ya muerto que ha dejado su huella en
esos
atónitos
palurdos sin danzas ni canciones
que
aún van, abandonando el mortecino hogar,
como
tus largos ríos, Castilla, hacia la mar,
esto
es, hacia una muerte insoslayable, según la conocida imagen. La
pupila se fija en muros agrietados, en ¨decrépitas
ciudades¨, en ¨rostros (…) enfermos¨, en una ¨Castilla de la
muerte¨, recobrando una vez más
el viejo símbolo:
¿Y
el viejo romancero
fue
el sueño de un juglar junto a tu orilla?
¿Acaso
como tú y por siempre, Duero,
irá
corriendo hacia la mar Castilla?
La
muerte adquiere ahora tintes especialmente dramáticos en más de una
ocasión. En el poema Un criminal se
habla del ex seminarista parricida; el largo romance La
tierra de Alvargonzález
desarrolla un asunto análogo; se recuerda en varios lugares la
historia de Caín y Abel. El ciclo de Campos de Castilla
-es decir, los poemas añadidos
al libro en ediciones posteriores- incluye, además, las
composiciones dedicadas a la muerte de don Francisco Giner de los
Ríos y a la de Rubén Darío. Existe, por otra parte, un suceso
vital en la biografía de Machado que galvaniza el tema y le
proporciona una especial consistencia. Es inevitable detenerse en
este suceso, que marca un ¨antes¨y un ¨después¨en la poesía de
Antonio Machado.
RICARDO
SENABRE SEMPERE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario