lunes, 28 de septiembre de 2015

EL SECRETO DE LEONARDO DA VINCI.

XLVIII
  -¿La policía sigue alguna pista? -preguntó el señor Kipling.
-No dicen nada.
-¿Y usted qué piensa?
-¿Yo...? Estoy completamente desconcertado... con esta mierda de vida. No comprendo, no comprendo nada.
Umberto echó una mirada retrospectiva y todo su pasado apareció en su mente. Hechos puntuales, segundos aquí y allá, todo había girado en torno a esos pocos instantes.
¨¿Por qué me tiene que ocurrir todo esto a mí?¨.
-No es lógico lo ocurrido. Por un lado, dos hombres asaltan en la planta superior la caja de la cafetería al mismo tiempo que abajo otros dos están atracando la caja de la librería. Parece ser que una mujer los esperaba en la misma puerta con un coche en marcha. Lo hacen perfecto, profesionales, diría cualquiera. El objetivo rápido y fácilmente cumplido. Poca investigación, otro atraco más... ¿Y se complican la vida matando a dos clientes a sangre fría solo porque Paolo los mira?
-El pobre se siente culpable, aunque yo le diga y le repita que no. Hasta que no lo resuelva por él mismo... -Umberto hizo un movimiento negativo con la cabeza-. Por las noches se despierta gritando, llorando, reviviéndolo todo. Ahora está durmiendo conmigo.
-¿Se considera culpable?
-Sí.
-La verdad es que la gente comentaba a los que llegaban una y otra vez la misma historia, que el niño se quedó mirando a uno de los atracadores, desafiándolo, y entonces este..., él lo escuchó todo.
-Y a saber si ese fue el motivo, pero eso no es lo que me importa ahora mismo. Las muertes ya no tienen remedio, y Paolo no debe sufrir como... -¨Yo¨, estuvo a punto de decir.
-Si realmente son profesionales, el objetivo no era el atraco.
-El señor Kipling no le quiso decir a Umberto la impresión que le dio el estar de Violeta unos minutos antes de que ocurriera la tragedia, ¿para qué añadir una preocupación más?, y menos una duda sobre su pareja estando esta ya fallecida; pero allí ocurría algo, ¿cómo hacérselo ver sin decírselo?-. ¿Quién era el hombre con el que compartía mesa?
-Un cliente de la empresa donde trabajaba Violeta.
-¿Usted lo conocía?
-No.
-Según dicen los periódicos, debía ser uno de los clientes más importantes, habida cuenta de la fortuna que tenía, y sin familia... Qué extraño...
-¿Por qué?
-No sé, no abunda mucha gente así.
-Con esa fortuna es posible, pero solos en la vida..., yo mismo tengo solo a Paolo, y usted no creo que me saque mucha ventaja.
-Oh, disculpe.
-No, no pasa nada, pero no le comprendo, que otra persona me diga eso, pues..., bien..., pero, precisamente usted..., salvo que me quiera decir otra cosa, en cuyo caso le rogaría que fuera más claro.
-No sé a qué se refiere...
-Me refiero a que me ha preguntado que quién era el hombre que compartía la mesa con Violeta y Paolo cuando, a continuación, usted sabía quién era.
-Sólo sé lo que ha salido en los periódicos.
-Usted sabe perfectamente lo que quiero decir.
Había captado rápida y perfectamente sus segundas intenciones. El señor Kipling dio marcha atrás. Recordó la actitud de Violeta en otra ocasión. Mejor no entrar sin tener las cosas muy claras. Añadiría más perplejidad a una persona en esas circunstancias, lo podía distraer de lo más importante, la atención a su hijo.
ANTONIO BUSTOS BAENA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario