Era un monarca sumamente ambicioso y rapaz. Un día estaba paseando por los descomunales jardines de su fastuoso palacio y de súbito se dio cuenta de que ante él aparecía un mendigo. El rey percibió en seguida que el hombre no era peligroso e incluso exhalaba una atmósfera de quietud, por lo que se dirigió a él y le preguntó:
-¿Qué haces aquí?
El pordiosero presentó lo que parecía una escudilla ante el monarca y le dijo:
-Tú eres uno de los hombres más ricos del mundo, pero siempre quieres más. Si puedes llenar mio escudilla con monedas de oro, te diré cómo conseguir un fabuloso tesoro.
El rey pensó que nada tenía que perder y su avidez le dijo que por qué no probar. Llamó a uno de sus asistentes y le ordenó que trajera una bolsa de monedas de oro. Una vez la tuvo en sus manos, la abrió y comenzó a echar monedas en la escudilla. Ante su sorpresa, no pudo llenarla. Exigió que le trajeran entonces un saco lleno de ellas y comenzó a verterlas sobre la escudilla, pero ésta seguía vacía. Trajeron varios sacos de monedas de oro y sucedió lo mismo. El monarca ordenó que trajeran todos los tesoros del reino y todos los engulló la escudilla. Desesperado, preguntó.
-¿Por qué no logro llenar tu miserable escudilla?
El pordiosero se encaró al monarca y le dijo:
-Eres más mendigo que yo, mucho más.
El rey estaba estupefacto. Entonces el mendigo dio la vuelta a su escudilla y resultó que ésta, por el otro lado, era un cráneo humano.
-¿Te das cuenta, señor? Así es el ser humano. Por mucho que le des, nunca está satisfecho y continúa sintiéndose interiormente vacío. Nada puede saciar su voracidad; nada puede llenar su vacío interior.
-¡Eres un mago! -vociferó el monarca-. Te haré ahorcar.
-Te equivocas, señor. No soy más que un pobre ermitaño, sólo eso, pero este cráneo-escudilla sí es mágico, porque fue el cráneo de un gran demiurgo. Él refleja perfectamente cómo es la cabeza del llamado ser humano; siempre pidiendo más, ansiando más, esperando más. ¿De que sirve ser un monarca si tu mente es mucho más pobre que la de un mendigo?
Entonces el rey tuvo un destello de comprensión profunda. Efectivamente, él había sido siempre el más mendigo de los mendigos.
REFLEXIÓN
Una de las raíces latentes más persistentes y nocivas de la mente es la avidez en todas sus formas, que da por resultado el apego y el aferramiento, la voracidad y la insatisfacción.
Por apego, la persona es capaz de recurrir a la explotación y a la usura, a la violencia y al engaño. Es una energía muy destructiva. Del mismo modo que una hoguera no se extingue arrojándole cada vez más leña o la sed no se sacia ingiriendo más y más pescado en salazón, así la avidez no tiene fin y la persona quiere poseer siempre más de lo mismo y al mismo tiempo de todo.
El entendimiento profundo de la transitoriedad, la completitud interior y la madurez emocional, la práctica de la meditación, el recordatorio de la muerte, y el despliegue de las mejores energías de compasión y generosidad van mitigando el apego y la avidez. El apego es una atadura mental terrible e identifica a la persona de tal modo con el objeto de apego que ésta deja de ser ella misma y se enceguece. El apego es manantial de miedo y de sufrimiento. El que se libera de la avidez, se libera también de mucho miedo y de mucho dolor.
RAMIRO A. CALLE.
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