I
El
padre es un tosco
labriego
fornido,
áspero
y velludo,
gigante
broncíneo.
¡La
madre, una hembra
con
hombrunos bríos,
desgarradas
formas,
froseros
aliños!
¡Y
ved el misterio!...
La
niña a nacido
pequeñita
y blanca
como
flor de espino.
¡La
teta es tan grande
como
el angelito!
Parecen
el bronce
y
el mármol unidos.
Me
da mucha pena
que
aquel hociquillo
tan
tierno, tan puro,
tan
fresco, tan rico,
toque
el pezón negro
del
pechazo henchido.
Y
¡siento una lástima
y
un miedo y un frío
cuando
el gigantesco
labriego
fornido
coge
en sus manazas
aquel
cuerpecito
blanco
como el mármol
tierno
como un lirio!...
Como
es tan pequeño,
tan
blando, tan fino,
temo
que las zarpas
del
león broncíneo
lo
hieran, lo quiebren...
¡Me
da miedo y frío!
Y
luego, ¡qué ira
cuando
le hace mimos
con
aquellos dedos
callosos
y heridos
y
cuando le pone
con
brutal cariño
los
labiazos ásperos
sobre
el hociquillo,
que
parece un fresco
clavel
con rocío!...
II
¡Eran
aprensiones!
Después
lo he sabido.
El
pezón negruzco
del
pechazo henchido
no
mancha los labios
de
los angelitos.
Es
moreno y tosco,
¡pero
está tan tibio!...
¡Tan
tibia y tan pura
derrama
en hilillos
la
leche purísima
del
pechazo henchido,
que
¡pobre de aquella
flor
blanca de espino
sin
ese veneno
de
vida tan rico!
¡Por
eso aquel Ángel
lo
quiere tantísimo,
que
cuando se aparta
cansado
y ahitó
del
pezón moreno
rebosante
y tibio,
lo
mira y sonríe,
le
quiere hacer mimos,
lo
dobla y lo estruja
con
el hociquillo,
lo
coge y lo suelta
le
da golpecitos,
y
poquito a poco
se
queda dormido
de
hartura y de gusto
junto
al calorcillo!...
Ni
aquellas manazas
del
padre sombrío
lastiman
al ángel...
¡Ya
lo he comprendido!
¿Qué
es lo que no torna
suave
el cariño?
Cogerá
a su hija
como
yo a mi hijo,
que
dice su madre
cuando
se lo quito
desnudo
del alda
para
hacerle mimos:
-¡Me
da gusto verte
levantar
al niño,
porque
lo levantas
lo
mismo, lo mismo
que
los sacerdotes
el
cuerpo de Cristo!
III
Eran
aprensiones,
¡ya
lo he comprendido!
Mas
queda el enigma
recóndito,
vivo...
El
hombre es velloso,
grosero,
cetrino;
la
madre es hombruna
de
ceños sombríos;
la
débil niñita
¿por
qué habrá nacido
blanca
como el mármol,
tierna
como el lirio?
Pues
es un misterio
lo
mismo, lo mismo
que
el que nos ofrece
la
flor del espino...
JOSÉ
Mª GABRIEL Y GALÁN.
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