Desesperados,
unos padres llamaron con urgencia al psicólogo infantil, porque,
sencillamente, no sabían qué hacer con su hijo, que se había
subido al caballo de madera de otro niño de la vecindad y se negaba
terminantemente a bajar de él. Tenía en su casa tres caballos de
madera, pero se había empeñado en que era precisamente aquél el
que quería. Y todos los intentos por hacerle bajar del caballo le
habían hecho gritar y berrear de tal manera que no hubo más remedio
que desistir.
ANTHONY
DE MELLO.
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