Un
maestro aprendió a ser un educador prudente y compasivo del modo
más difícil que hay; cometiendo muchos errores. He aquí uno de
ellos:
Siendo
director de una escuela, se le acercó un alumno a decirle que quería
marcharse a otra escuela.
¨Por
qué, hijo mío? ¿Pasa algo malo? ¿Hay algo que te entristezca? Tus
notas son buenas...¨
¨No,
no me pasa nada malo, señor. Sencillamente, quiero marcharme.¨
¨¿Se
trata de los profesores? ¿Hay algún profesor que no te guste? ¨
¨No,
señor, no se trata de los profesores.¨
¨¿Se
trata, entonces de otros alumnos? ¿Te has peleado con alguno de
ellos?¨
¨No,
no es nada de eso.¨
¨¿Es
cuestión económica? ¿Te resulta excesivamente cara la pensión?¨
¨No,
señor, tampoco es eso¨
El
director se quedó callado durante un buen rato.
Confiando
en que su silencio le haría hablar al muchacho.
De
pronto, éste empezó a llorar y a enjugarse las lágrimas.
El
director supo que había vencido. Y en el tono más suave y
comprensivo de que era capaz, le dijo: ¨Lloras porque algo te
molesta, ¿no es así?¨
El
muchacho asintió con la cabeza.
¨Está
bien. Dime, pues, por qué lloras?
El
muchacho se le quedó mirando fijamente y le dijo:
¨Por todas esas preguntas que está usted haciéndome.¨
ANTHONY
DE MELLO.
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