sábado, 20 de febrero de 2016

EDUCACIÓN.



  Un maestro aprendió a ser un educador prudente y compasivo del modo más difícil que hay; cometiendo muchos errores. He aquí uno de ellos:

Siendo director de una escuela, se le acercó un alumno a decirle que quería marcharse a otra escuela.

¨Por qué, hijo mío? ¿Pasa algo malo? ¿Hay algo que te entristezca? Tus notas son buenas...¨

¨No, no me pasa nada malo, señor. Sencillamente, quiero marcharme.¨

¨¿Se trata de los profesores? ¿Hay algún profesor que no te guste? ¨

¨No, señor, no se trata de los profesores.¨

¨¿Se trata, entonces de otros alumnos? ¿Te has peleado con alguno de ellos?¨

¨No, no es nada de eso.¨

¨¿Es cuestión económica? ¿Te resulta excesivamente cara la pensión?¨

¨No, señor, tampoco es eso¨

El director se quedó callado durante un buen rato.
Confiando en que su silencio le haría hablar al muchacho.
De pronto, éste empezó a llorar y a enjugarse las lágrimas.
El director supo que había vencido. Y en el tono más suave y comprensivo de que era capaz, le dijo: ¨Lloras porque algo te molesta, ¿no es así?¨

El muchacho asintió con la cabeza.

¨Está bien. Dime, pues, por qué lloras?

El muchacho se le quedó mirando fijamente y le dijo: ¨Por todas esas preguntas que está usted haciéndome.¨

ANTHONY DE MELLO.

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