Ven,
amor mío, ven, en esta noche
sola
y triste de Italia. Son tus hombros
fuertes
y bellos los que necesito.
Son
tus preciosos brazos, la largura
maciza
de tus muslos y ese arranque
de
pierna, esa compacta
línea
que te rodea y te suspende,
dichoso
mar, abierta playa mía.
¿Cómo
decirte, amor, en esta noche
solitaria
de Génova, escuchando
el
corazón azul del oleaje,
que
eres tú la que vienes por la espuma?
Bésame,
amor, en esta noche triste.
Te
diré las palabras que mis labios,
de
tanto amor, mi amor, no se atrevieron.
Amor
mío, amor mío, es tu cabeza
de
oro tendido junto a mí, su ardiente
bosque
largo de otoño quien me escucha.
Óyeme,
que te llamo. Vida mía,
sí,
vida mía, vida mía sola.
¿De
quién más, de quién más si solamente
puedo
ser yo quien cante a tus oídos;
vida,
vida, mi vida, vida mía?
¿Qué
soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera
sin
ese fuerte y dulce muro blando
que
me da luz cuando me da la sombra,
sueño,
cuando se escapa de mis ojos.
Yo
no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,
oscuras,
braceando en las tinieblas,
sin
encontrarme, amor! ¡Cuántos amargos
golpes
de sal, sin ti, contra mi boca!
¿Dónde
estás? ¿Dónde estás? Dime,, amor mío.
¿Me
escuchas? ¿No me sientes
llegar
como una lágrima llamándote,
por
encima del mar, en esta noche?
(Retornos
de lo vivo lejano, 1948-1956)
RAFAEL
ALBERTI.
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