viernes, 3 de abril de 2015

EL CUENTO DENTRO DEL CUENTO.


Hacía meses que vivía asustado por terribles pensamientos de aniquilación que lo atormentaban... sobre todo por la noche. Se acostaba temiendo no ver el amanecer del día siguiente y no conseguía dormirse hasta que el sol despuntaba, a veces apenas una hora antes que tener que levantarse para ir a su trabajo. Cuando supo que el Iluminado pasaría la noche en las afueras del pueblo, se dio cuenta de que tenía en sus manos una oportunidad única, ya que no era frecuente que los viajeros pasaran ni siquiera cerca de ese poblado perdido entre las montañas de Caldea.
La fama precedía al misterioso visitante, y aunque nadie lo había visto, se decía que el maestro tenía las respuestas a todas las preguntas. Por eso, esa madrugada, sin que ninguno de su casa lo notara, lo fue a ver a la tienda que, según le habían informado, había montado junto al río.
Cuando llegó, el sol acababa de separarse del horizonte.
Encontró al Iluminado meditando.
Esperó respetuosamente unos minutos hasta que el maestro notó su presencia...
En ese momento, y como si lo estuviera esperando, giró hacia él y, con una plácida expresión, lo miró a los ojos en silencio.
-Maestro, ayúdame -dijo el hombre-. Pensamientos terribles asaltan mis noches y no tengo paz ni ánimo para descansar y disfrutar de las cosas que vivo. Dicen que tú lo resuelves todo. Ayúdame a escapar de esta angustia...
El maestro sonrió y le contestó:
-Te contaré un cuento.

Un hombre rico mandó a su criado al mercado en busca de alimentos. Pero al poco de llegar allí, se cruzó con la muerte, que lo miró fijamente a los ojos.
El criado palideció del susto y salió corriendo dejando tras de sí las compras y la mula. Jadeando, llegó a casa de su amo.
-¡Amo, amo! Por favor, necesito un caballo y algo de dinero para salir ahora mismo de la ciudad... Si salgo ya mismo quizás llegue a Tamur antes del anochecer... ¡Por favor, amo, por favor!
El señor le preguntó sobre el motivo de tan urgente petición y el criado le contó a trompicones su encuentro con la muerte.
El dueño de la casa pensó un instante y, acercándole una bolsa de monedas, le dijo:
-Está bien. Sea. Vete. Llévate el caballo negro, que es el más veloz que tengo.
-Gracias, amo -dijo el sirviente. Y, tras besarle las manos, corrió al establo, montó el caballo y partió velozmente hacia la ciudad de Tamur.
Cuando el sirviente se hubo perdio de vista, el acaudalado hombre caminó hacia el mercado buscando a la muerte.
-¿Por qué has asustado a mi sirviente? -le preguntó en cuanto lo vio.
-¿Asustarlo yo? -preguntó la muerte.
-Sí -dijo el hombre rico-. Él me ha dicho que hoy se ha cruzado contigo y lo has mirado amenazadoramente.
-Yo no lo he mirado amenazadoramente -dijo la muerte-. Lo he mirado sorprendida. No esperaba verlo aquí esta tarde, ¡porque se supone que debo recogerlo en Tamur esta noche!

-¿Entiendes? -preguntó el Iluminado.
-Claro que entiendo, maestro. Intentar escapar de los malos pensamientos es salir a buscarlos. Huir de la muerte es ir a su encuentro.
-Así es.
-Tengo tanto que agradecerte, maestro... -dijo el hombre-. Siento que desde esta misma noche dormiré tan tranquilo recordando este cuento que me levantaré sereno cada mañana...
-Desde esta noche... -interrumpió el anciano- no habrá más mañanas.
-No entiendo -dijo el hombre.
-Entonces, no has entendido el cuento.
El hombre, sorprendido, miró al Iluminado

y vio que la expresión de su cara...
ya no era la misma...

JORGE BUCAY.

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