CAPÍTULO
XXI
Umberto
se sorprendió cuando vio que Violeta estaba ya en casa, era la
primera vez que llegaba tan temprano.
-Hoy
he salido a las seis -dijo alegre.
-A
nosotros se nos ha hecho un poco tarde.
Se
besaron. Lo mismo hizo ella con su hijo mientras Umberto se quitaba
el abrigo.
-Toda
la tarde música...¿Te lo has pasado bien?
-Muy
bien, mamá.
Violeta
sonreía feliz, tendría que repetir el salir más temprano del
trabajo. Un rato antes, la agradable visita del señor Kipling y,
ahora, todos juntos ya en casa. Se sintió satisfecha y volvió la
mirada hacia Umberto.
-Tienes
una mancha en el pantalón -dijo acercándose, fija la mirada en el
punto.
Umberto
bajó la cabeza y buscó.
¨¡Maldita
sea! ¡La mancha del bóxer ha traspasado!¨.
El
sitio era delator.
-Pues
no sé -intentó contestar con naturalidad, pero el vuelco se había
producido ya en su interior.
-A
ver...
Violeta
metió la mano en el bolsillo, bajó la cabeza, y atrajo hacia su
mirada el tejido con la mancha húmeda, perfectamente redonda, del
tamaño de una moneda de veinticinco centavos.
-No
creo que se quede -dijo finalmente, y se giró para ir a la cocina-.
Me voy a hacer un sándwch, ¿tú quieres?
-No,
no me apetece, gracias -contestó con la inseguridad todavía en el
cuerpo.
Violeta
desapareció sin ver la palidez del rostro de Umberto, que se quedó
durante un instante pensativo mirando a la nada. Respiró
profundamente y pareció volver en sí. Fue en ese momento
cuando vio a Paolo que lo estaba observando fijamente, muy serio, con
la cabeza levantada. Los dos se miraron durante unos segundos,
finalmente fue Umberto que desvió la vista y se marchó a su
dormitorio.
Mientras
se cambiaba volvió la visión de Elodie, su cara sobre el cojín, de
lado, entre el placer y el dolor, el hoyuelo que se le formó en la
mejilla. La imagen de Violeta suplantó su rostro en aquel momento.
Menudo susto.
Recordó:
¡Uff!
Quiso
escapar. Ella pudo notar perfectamente cómo su pene se retrajo y
supo de inmediato que existía un problema.
-¿Te
ocurre algo?
Umberto
no contestó. Se echó hacia un lado recuperando la respiración e
intentando olvidar la imagen de Violeta.
Elodie
no le ayudó cuando se le acercó abrazándolo por detrás. El cuerpo
de ella le resultó extraño. Necesitaba estar solo.
-¿Estás
bien?
Estaba que no sabía cómo estaba. Extrañado consigo mismo, no
se reconocía. Tampoco le iba a decir a Elodie lo que le acababa de
ocurrir; pero el que estaba tumbado en la alfombra, desnudo, con una
persona abrazada por detrás y que no era su pareja, era él. Nunca
había pronunciado esas palabras de ¨ … y
me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la
adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y
respetarte todos los días de mi vida... ¨, con las manos de la
amada tomadas. De
hecho, ni Violeta ni él llevaban alianza, nunca habían hablado de
fidelidad, Umberto nunca se lo había planteado. Vivía su relación
como si nada ni nadie pudieran interferir o meterse en medio. Ninguno
de los dos, en apariencia, era celoso. Al menos él no había tenido
el más mínimo motivo para serlo. Se sintió
como si realmente hubiera faltado a la promesa más importante de su
vida, a esa que nadie le había exigido, salvo él consigo mismo.
Necesitó deshacerse del abrazo de ella, que permanecía detrás en
silencio, a la espera de que él se decidiese. Se volvió y la besó
por obligación.
-Lo
siento, se me ha hecho tarde, me tengo que marchar.
-Bien.
Umberto
cogió el bóxer para ponérselo.
-¡Maldita
sea!, se ha manchado. -La imagen de Violeta apareció de repente.
Elodie
se sentó sobre la alfombra y abrazó un cojín...
Elodie
calló, era inteligente, no le volvió a preguntar. Sabía que lo que
le hubiera ocurrido tenía que ver con otra relación. No le había
dicho nada, pero sabía que existía. Se
nota cuándo un hombre tiene una mujer a su lado, y cuándo no.
Él solo debía confirmar su camino, ese que le había llevado hasta
ella. No creía que estuviera realmente enamorado de su pareja, de
haber sido así no habría ocurrido. Estabs convencida de que la
relación mantenida entre ambos había sido sincera, de eso estaba
completamente segura. No
fue saciar una necesidad biológica, había sentido cómo se
compenetraban sus cuerpos y sus sensaciones, los sentimientos, la
necesidad de entrega. Algo mágico que esperó durante mucho tiempo
encontrar en la persona adecuada, ese era Umberto. No
buscaría obligarlo, lo que tuviera que ocurrir que fuera de forma
natural, como había sido su relación, en kla que le mostró cómo
era ella por dentro y por fuera. Quería
ante todo que él decidiera y actuara libremente, si no, la relación
no tendría sentido.
Sin
embargo, en la cabeza de Umberto todo era un enorme lío.
Ya
en el metro, de camino al colegio para recoger a Paolo, comenzó
a justificarse a sí mismo. Lo ocurrido era lo que el cuerpo le
pedía, pero no lo que él quería. Las
cosas con Violeta no iban bien. De
alguna forma se habían acomodado
dejándose llevar sin solucionar esos problemas que minaban su
relación. Ya no era fluida, contándoselo todo, al menos él. No
había podido hablar con ella de su frialdad, de cómo pasaron de
todos los días cuando quiso quedarse embarazada, era insaciable...,
cualquier excusa valía, a una vez o dos al mes..., con suerte.
ANTONIO
BUSTOS BAENA.
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