II
LA
NOCHE cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes
perduran tras la torre de la iglesia. El camino sube, lleno de
sombras, de campanillas, de fragancia, de yerba, de canciones, de
cansancio y de anhelo. De pronto, un hombre oscuro, con una gorra y
un pincho, roja un instante la cara fea por la luz del cigarro, baja
a nosotros de una casucha miserable, perdida entre sacas de carbón.
Platero se amedrenta.
-¿Ba
argo?
-Vea
usted... Mariposas blancas...
El
hombre quiere clavar su pincho de hierro en el seroncillo, y no lo
evito. Abro la alforja y él no ve nada. Y el alimento ideal pasa,
libre y cándido, sin pagar su tributo a los Consumos...
JUAN
RAMON JIMENEZ.
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