Diciembre
de 1918
(GRANADA)
A
RAMÓN P. RODA
HAY
dulzura infantil
En
la mañana quieta.
Los
árboles extienden
Sus
brazos a la tierra.
Un
vaho tembloroso
Cubre
las sementeras,
Y
las arañas tienden
Sus
caminos de seda
-Rayas
al cristal limpio
Del
aire-.
En
la alameda
Un
manantial recita
Su
canto entre las hierbas.
Y
el caracol, pacífico
Burgués
de la vereda,
ignorado
y humilde,
El
paisaje contempla.
La
divina quietud
De
la naturaleza
Le
dio valor y fe,
Y
olvidando las penas
De
su hogar, deseó
Ver
el fin de (la) senda.
Echó
andar e internóse
En
un bosque de yedras
Y
de ortigas. En medio
Había
dos ranas viejas
Que
tomaban el sol,
Aburridas
y enfermas.
Estos
cantos modernos,
Murmuraba
una de ellas,
Son
inútiles. Todos,
Amiga,
le contesta
La
otra rana, que estaba
Herida
y casi ciega:
Cuando
joven creía
Que
si al fin Dios oyera
Nuestro
canto tendría
Compasión.
Y mi ciencia,
Pues
ya he vivido mucho,
Hace
que no la crea.
Yo
ya no canto más...
Las
dos ranas se quejan
Pidiendo
una limosna
A
una ranita nueva
Que
pasa presumida
Apartando
las hierbas.
Ante
el bosque sombrío
El
caracol, se aterra,
Quiere
gritar. No puede.
Las
ranas se le acercan.
¿Es
una mariposa?,
Dice
la casi ciega.
Tiene
dos cuernecitos,
La
otra rana contesta.
Es
el caracol. ¿Vienes,
Caracol,
de otras tierras?
Vengo
de mi casa y quiero
Volverme
muy pronto a ella.
Es
un bicho muy cobarde,
Exclama
la rana ciega.
¿No
cantas nunca? No canto,
Dice
el caracol. ¿Ni rezas?
Tampoco;
nunca aprendí.
¿Ni
crees en la vida eterna?
¿Qué
es eso?
Pues
vivir siempre
En
el agua más serena,
Junto
a una tierra florida
Que
a un rico manjar sustenta.
Cuando
niño a mí me dijo
Un
día mi pobre abuela
Que
al morirme yo me iría
Sobre
las hojas más tiernas
De
los árboles más altos.
Una
hereje era tu abuela,
La
verdad te la decimos
Nosotras.
Creerás en ella,
Dicen
las ranas furiosas.
¿Por
qué quise ver la senda?
Gime
el caracol. Sí, creo
Por
siempre en la vida eterna
Que
(me) predicáis...
Las
ranas,
Muy
pensativas, se alejan,
Y
el caracol, asustado,
Se
va perdiendo en la selva.
Las
dos ranas mendigas
Como
esfinges se quedan.
Una
de ellas pregunta:
¿Crees
tú en la vida eterna?
Yo
no, dice muy triste
La
rana herida y ciega,
¿Por
qué hemos dicho entonces
Al
caracol que crea?
¿Por
qué...? No sé por qué,
Dice
la rana ciega.
Me
lleno de emoción
Al
sentir la firmeza
Con
que llaman mis hijos
A
Dios desde la acequia...
El
pobre caracol
Vuelve
atrás. Ya en la senda
Un
silencio ondulado
Mana
de la alameda.
Con
un grupo de hormigas
Encarnadas
se encuentra.
Van
muy alborotadas,
Arrastrando
tras ellas
A
otra hormiga qu tiene
Tronchadas
las antenas.
El
caracol exclama:
Hormiguitas,
paciencia.
¿Por
qué así maltratáis
A
vuestra compañera?
Contadme
lo que ha hecho.
Yo
juzgaré en conciencia.
Cuéntalo
tú, hormiguita.
La
hormiga medio muerta
Dice
muy tristemente;
Yo
he visto las estrellas.
¿Qué
son estrellas.? -dicen
Las
hormigas inquietas.
Y
el caracol pregunta
Pensativo;
¿estrellas?
Sí,
repite la hormiga,
He
visto las estrellas.
Subí
al árbol más alto
Que
tiene la alameda
Y
vi miles de ojos
Dentro
de mis tinieblas
El
caracol pregunta:
¿Pero
qué son estrellas?
Son
luces que llevamos
Sobre
nuestra cabeza.
Nosotras
no las vemos,
Las
hormigas comentan.
Y
el caracol, mi vista
Sólo
alcanza a las hierbas.
Las
hormigas exclaman
Moviendo
sus antenas:
Te
mataremos, eres
Perezosa
y perversa.
El
trabajo es tu ley.
Yo
he visto a las estrellas,
Dice
la hormiga herida.
Y
el caracol sentencia;
Dejadla
que se vaya,
Seguid
vuestras faenas.
Es
fácil que muy pronto
Ya
rendida se muera.
Por
el aire dulzón
Ha
cruzado una abeja.
La
hormiga agonizando
Huele
la terde inmensa
Y
dice, es la que viene
A
llevarme a una estrella.
Las
demás hormiguitas
Huyen
al verla muerta.
El
caracol suspira
Y
aturdido se aleja
Lleno
de confusión
Por
lo eterno. La senda
No
tiene fin, exclama.
Acaso
a las estrellas
Se
llegue por aquí.
Pero
mi gran torpeza
Me
impedirá llegar.
No
hay que pensar en ellas.
Todo
estaba brumoso
De
sol débil y niebla.
Campanarios
lejanos
Llaman
gente a la iglesia,
Y
el caracol, pacífico
Burgués
de la vereda,
Aturdido
e inquieto
El
paisaje contempla.
F.
GARCIA LORCA.
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