X
A
la desierta plaza
conduce
un laberinto de callejas.
A
un lado, el viejo paredón sombrío
de
una ruinosa iglesia;
a
otro lado, la tapia blanquecina
de
un huerto de cipreses y palmeras,
y,
frente a mí, la casa,
y
en la casa la reja
ante
el cristal que levemente empaña
su
figurilla plácida y risueña.
Me
apartaré. No quiero
llamar
a tu ventana... Primavera
viene
-su veste blanca
flota
en el aire de la plaza muerta-;
viene
a encender las rosas
rojas
de tus rosales... Quiero verla...
ANTONIO
MACHADO
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