CAPÍTULO
XXIX
Umberto
acababa de terminar su clase y fue a los servicios. Al poco tiempo
sonó de nuevo la puerta de acceso, alguien entró mientras él
terminaba, se puso paralelo, a un metro. No tuvo curiosidad por saber
quién era.
-Me
encanta cómo sacas el culito cuando te la guardas.
La
voz y la entonación eran inconfundibles. Miró sorprendido.
-¡Pero
qué dices!
El
señor Heller lo estaba observando con una sonrisa lujuriosa como
nunca le había visto antes hacia él.
-Es
que te cogía y... -Levantaba la cabeza negando y pestañeando
repetidamente, se mordía el labio inferior, pareció que por su
mente pasaba la imagen de su deseo.
Fue
un instante el que necesitó Umberto para acercarse por detrás, una
reacción inmediata. Lo cogió con fuerza por la nuca y lo empujó
contra la pared.
-¡¿Te
has vuelto loco?!
-¡Ahhh...!
-No lo esperaba, además de daño le costaba respirar.
-¡¿Eh?!
¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! ¡¿Ehhh?!
El
señor Heller no podía hablar, lo tenía aplastado por arriba y
mojado por abajo.
-¡Por
favoorrrrrr...! -consiguió decir.
Umberto
volvió un poco en sí, lo soltó y se llevó una mano al pelo
peinándolo hacia atrás.
-Ten
cuidado -le dijo tenso, señalándolo con un dedo, para después
girarse e ir a lavarse las manos. Lo miró a través del espejo.
-¡Tú
no eres quien yo creía, una persona especial, sensible, fiel! Eres
vulgar. ¡¿Qué crees, que no me he dado cuenta?!
-¡¿De
qué estás hablando?!
-¡De
que eres como la mayoría! Se te cae la baba por una mujer al mismo
tiempo que vives con otra. ¡Vaya decepción! ¡¿Y tú quieres mi
respeto?! ¡Ahora veo cómo eres realmente y espero que ellas también
se den cuentaaaaa! ¡Ayyy!
Le
asustó la nueva embestida de Umberto. Este le habló al oído.
-A
la más mínima tontería con respecto a mí, a mi familia o a los
que me rodean, te reviento la cabeza. Será mejor que olvides tus
cotilleos de marica. ¿Te queda claro?
El
señor Heller se volcó lo que el espacio le dejaba hacia adelante,
huidizo, con su mirada de medio lado. Procuraba separarse del soplo
de la voz de Umberto, pero este no lo permitió, quería una
respuesta.
-¡¿Te
queda claro, maricón de mierda?!
Su
antiguo amigo afirmó con la cabeza.
Umberto
salía de sus traumas personales, los dejaba atrás de forma
violenta. Se estaba convirtiendo en otro hombre, de no ser así no se
hubiera podido relacionar y mirar a otras mujeres como ahora lo
hacía.
ANTONIO
BUSTOS BAENA.
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