Estaban
todos ahí, diseminados, agrupados, en un rincón
de
la vieja plaza del pueblo.
Viejos
algunos, jóvenes otros, cansados aquéllos, de piedra
sucesiva
todos, en las largas horas de espera.
Algunos
llevaban cuerdas sobre los hombros, rudas maromas
sin
ocupación, o sacos, o eran ya sólo,
en
la mañana sobrepasada,
sus
largos brazos caídos.
En
su pupila el azul, el castaño, el dorado levitador, el verde
vivísimo,
yacía
invisible como bajo la tenue capa de polvo.
Respiraban
en la quieta plaza, sentados o echados sobre
los
bancos, con sol en la piedra.
Al
sol de la piedra.
Éste
mostraba su arcilla prieta, levemente desmoronada,
cubierta
de sueño.
Y
un rubor de cabello pobre, canoso o dormido, a la vez,
suave
y áspero, se extendía sobre la testa.
Cabeza
de plata mate, ¿dónde vista?; sí, un día, velazqueña, en
un
lienzo.
¨Los
Borrachos¨, ¨Vallecas¨, ¨Coria¨, ¨Breda¨...Dormida,
en
la plaza del pueblo.
(
En un vasto dominio, 1958-1962)
VICENTE
ALEIXANDRE.
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