El
libro Soledades se lee pocas veces tal como apareció. La razón es
sencilla de enunciar: Machado retocó algunos poemas, suprimió otros
y añadió muchos más con destino a la edición definitiva de la
obra, publicada en 1907 con el título triple Soledades.
Galerías. Otros poemas.
Esta edición es la única reimpresa e incorporada a las sucesivas
reediciones de obras del poeta. Pero, si se quiere examinar la
evolución de la poesía de Machado, es preciso comenzar por la
consideración de lo que era Soledades
en su versión primitiva; un conjunto de composiciones de corte
inequívocamente modernista, con marcos inconfundibles -el
atardecer, los jardines solitarios con fuentes- y con acuñaciones
verbales características de la nueva corriente; cultismos
del tipo ¨flamígero horizonte¨, ¨cielo
lactescente¨, ¨crepúsculo fulgente¨, el ¨pífano¨, el ¨oro¨
del sol, el ¨sollozar riente¨ del
agua, y calificaciones reiteradas como lento,
monótono
-que hay que atribuir al influjo de Verlaine-, sonoro,
soñoliento.
Es
perceptible la huella de Rubén Darío, y también ecos de Verlaine y
de Salvador Rueda. Pero todo se encuentra tamizado y como
ensordecido. Lo que Machado ofrece no se inclina hacia el lujo verbal
de Rubén, aunque de vez en cuando incurra en el uso de artificios
semejantes a los del poeta nicaragüense. Hay en esta poesía
machadiana una orientación más sobria e intimista, más cercana a
Verlaine que a Rubén Darío, más preocupada por reflejar
sensaciones internas que por transmitir estímulos visuales y
auditivos. Y existe, además, en Soledades
una línea temática unitaria que se perderá luego, en la edición
refundida en 1907, con las supresiones y las alteraciones en la
ordenación de los poemas que Machado se vio obligado a efectuar. Por
todo ello conviene examinar con algún detenimiento la versión
primitiva del libro.
RICARDO
SENABRE SEMPERE.
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