Con
el fin de curar sus depresiones, Juan Ramón se traslada al sanatorio
dirigido por el doctor Lalanne, cerca de Burdeos, en el que pasará
gran parte del año 1901. Varios hechos de esta temporada se reflejan
en la poesía escrita durante el internamiento. En primer lugar,
ciertas relaciones -algunas de ellas perturbadoras y clandestinas-
con varias mujeres del entorno de la familia Lalanne, que
reaparecerán evocadas en numerosas ocasiones, al menos hasta 1912,
con nombres a veces disfrazados; Denise, Francina, Jeanne Roussié...
Por otra parte, la estancia en el sanatorio francés permite a Juan
Ramón leer a algunos poetas, como Laforgue y Francis Jammes, cuya
huella -sobre todo la de este último- será perceptible en los
libros inmediatos. Así recordaba Juan Ramón, muchos años después,
aquella etapa de su residencia francesa:
En
Burdeos, donde viví un año, escribí la mayor parte de mis
Rimas, tituladas así por Bécquer, como Rubén Darío tituló por
Bécquer las suyas, tan bellas algunas; y me aficioné a los
nuevos poetas franceses del Mercure, cuyos libros yo podía
comprar en las librerías vecinas. Francis Jammes vivía allí
cerca. Al año siguiente, de vuelta en Madrid, publiqué un
librillo demasiado sentimental, peligros de la reacción y
de la enfermedad juvenil.
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En
1902, Juan Ramón vuelve a Madrid. No se encuentra curado y sus
aprensiones persisten, por lo que ingresa en el sanatorio del Rosario
en busca de tranquilidad y reposo. Pero el sanatorio se convierte
pronto en lugar de visita de numerosos amigos y escritores, que
bautizarán humorísticamente la institución como ¨sanatorio
del Retraído¨. Ayudado
por algunos poetas, Juan Ramón selecciona lo que considera más
valioso de sus dos primeros libros -sobre todo de Almas
de violeta- y,
añadiendo algunos poemas escritos durante la estancia en el
sanatorio francés, compone el volumen Rimas,
publicado en 1902, que durante el resto de su vida consideró el
poeta su primera obra. Las dos primeras tentativas, abiertamente
repudiadas, no volvieron a reeditarse nunca en vida del autor, y los
pocos ejemplares que quedan constituyen hoy una rareza bibliográfica.
Pero lo verdaderamente significativo es que la selección y la
reescritura de lo ya publicado constituyen en este caso la primera
manifestación de una actitud que será ya permanente en Juan Ramón
Jiménez. A lo largo de su vida, el poeta irá jalonando su obra con
la publicación de antologías y selecciones, reordenadas y
reescritas sin cesar. Las hay en 1917, en 1922, en 1957. Y aún
trabajaba en otra Juan Ramón cuando le sobrevino la muerte, en 1958.
En
el sanatorio del Rosario, la amistad del poeta con algunas monjas
-amistad teñida a veces, sin duda, con tintes amorosos- prolonga la
lista de figuras femeninas que poblarán borrosamente el mundo
poético juanramoniano
de esta primera época. Se entiende mejor la actitud y el
comportamiento del autor si se recuerdan unos párrafos de su
comentario al libro Corte de amor (1903), de
Valle-Inclán.
Es
doloroso que las mujeres, en la vida, guarden tanto esas carnes
que se marchitan entre la sombra de los trajes y la sombra de las
viviendas; y que las novicias no entreguen el alma y el cuerpo a
los poetas.
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Antes
de abandonar el sanatorio se ha consolidado también otro proyecto de
Juan Ramón que pronto se convertirá en realidad y que inagura una
actividad muy repetida luego en varias ocasiones; la creación de una
revista literaria. Ahora se trata de la titulada Helios,
cuyo
primer número ve la luz en abril de 1903. Las buenas relaciones de
Juan Ramón con los principales escritores del momento logran que
Helios,
revista
de nombre y diseño claramente modernista, ofrezca desde el principio
excelentes colaboraciones. En los 14 números publicados hasta la
extinción de la revista en 1904 se incluyen textos originales de
Rubén Darío, Antonio y Manuel Machado, Unamuno, Benavente, Azorín
y otros autores, junto con traducciones de poetas como Verlaine. 1904
es también el año en que Juan Ramón Jiménez conoce a las
personalidades más relevantes de la Institución
Libre de Enseñanza: Francisco
Giner de los Ríos y Manuel B. Cossío; y comienza una larga e
inalterada amistad con José Ortega y Gasset.
En
1905, Juan Ramón se retira a Moguer, donde permanecerá hasta 1912.
La posición económica de la familia comienza a sufrir graves
quebrantos. El poeta experimenta nuevas crisis depresivas. Escribe
incesantemente, aunque publica sólo una pequeña parte de lo
escrito. Aparecen algunos de los libros esenciales de la primera
época plena de Juan Ramón; entre ellos, Arias
tristes (1903),
Jardines lejanos (1904),
Baladas de primavera (1910),
La soledad sonora (1911),
Pastorales (1911)
y Melancolía (1912).
Está ya concluido el libro Laberinto,
nostálgico adiós a un mundo pasado con el que el poeta parece dar
fin a una etapa. En efecto; en una nota manuscrita del autor que se
ha conservado entre sus papeles, se enumeran los libros publicados,
desde Ninfeas hasta
Laberinto,
con la siguiente observación:
Estas
obras podrían muy bien llamarse Obras de juventud.
Romanticismo.
Ordeno y publico toda la labor hasta los 30 años. No es que me
proponga ¨hacer otras cosas¨. Es
que siento una nueva idea despierta en mí, más serena, más
libre, más firme, más pura, más plena. Acabo aquí, pues, una
vida e intento empezar otra.
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El
cambio es también externo; Juan Ramón se instala de nuevo en Madrid
y modifica por completo, deliberada y decididamente, su caligrafía,
que a partir de ahora se hará más personal e indescifrable.
RICARDO
SENABRE SEMPERE.
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