Una
noche, el maestro se reunió con los discípulos, y les pidió que
encendiesen una hoguera para que pudiesen conversar en torno a ella.
-El
camino espiritual es como el fuego que arde ante nosotros -dijo-. El
hombre que desee encenderlo ha de soportar el humo desagradable, que
hace que la respiración sea difícil y que produce lágrimas en los
ojos.
Así
es la reconquista de la fe.
-Sin
embargo, una vez que el fuego está encendido, el humo desaparece, y
las llamas lo iluminan todo, dándonos calor y calma.
-¿Y
si alguien encendiera el fuego por nosotros?
-preguntó
uno de los discípulos-. ¿Y si alguien nos ayudase a evitar el humo?
-Si
alguien hiciese eso, sería un falso maestro que puede dirigir el
fuego a su voluntad, o apagarlo en el momento que quiera.
Y como no enseñó a nadie a encenderlo, puede dejar el mundo entero
a oscuras.
PAULO
COELHO.
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