Un
discípulo muy arrogante acudió a visitar a un maestro y le dijo:
-Pasaba
por aquí y he aprovechado para visitarte y para que me puedas
facilitar algunas instrucciones a fin de alcanzar la sabiduría. Será
suficiente con muy pocas palabras, porque yo tengo ya mucha madurez
espiritual.
-Basta
una palabra para asesinar la verdad -dijo el
mentor-. Me da igual si tienes prisa o no, pero no diré nada. Mi
instrucción es que recuerdes que me has preguntado y que no te he
contestado.
-Eso
no me ayuda -protestó el discípulo-, pero si me dijeras una palabra
iluminadora ello sería suficiente.
Entonces
el maestro dijo:
-Hasta
una palabra es suficiente para destruir el todo, así que no voy a
decirte nada, pero
puedes llevarme dentro de ti.
REFLEXIÓN
La
última realidad, la iluminación es inasible a las
palabras e irreductible a la simple lógica. Trasciende los
conceptos, las ideas, las palabras... La vida no es una opinión, es
vida. Los pensamientos y las palabras ocupan un papel en nuestras
vidas, pero lo que hace posible el pensamiento no puede
por el pensamiento ser pensado. Ramana Maharshi declaraba:
¨El estado que trasciende la palabra y el pensamiento es
el silencio. Es meditación
sin actividad mental. Someter la mente es meditación.
La meditación profunda es la palabra eterna. El silencio
es siempre elocuente; es el fluir perenne del lenguaje. El
silencio es elocuencia permanente; es el mejor idioma¨. En
el silencio florece el ser. Para
los creyentes debe ser toda una instrucción la de los Salmos:
¨Permanece quieto y sabe que yo soy Dios¨. La
palabra no es la cuestión como la descripción no es el hecho. En la
raíz de la mente, más allá del pensamiento, en el silencio
perfecto, deslumbra el yo real.
La
arrogancia cierra todas las puertas hacia la sabiduría. El que busca
atajos para llegar al cielo, comprobará que no existen.
El trabajo sobre uno mismo para evolucionar tiene que hacerlo uno
mismo, y de ahí la antigua enseñanza que reza: ¨Los
Grandes del Espíritu señalan la ruta, pero uno tiene que
recorrerla¨. En su campo,
los pensamientos y las palabras son necesarios, pero la conquista de
lo ilusorio para alcanzar la sabiduría liberadora es a través
de la virtud, la meditación y el entendimiento correcto, sin dejar
de revestirnos de la genuina humildad que nos alentará a seguir
aprendiendo si cesar, puesto que somos aprendices en la senda hacia
lo Inefable.
RAMIRO
A. CALLE.
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