Entre
Francia y España hay una cadena de montañas. En una de esas
montañas, hay una aldea llamada Argelés. En esa aldea, hay una
ladera que lleva hasta el valle.
Todas
las tardes, un anciano sube y baja esa ladera. Cuando el viajero fue
a Argelés por primera vez, no se fijó en nada. La segunda vez vio
que se cruzaba con un hombre. Y cada vez que iba a aquella aldea, se
fijaba en más detalles, la ropa, la boina, el bastón, las gafas.
Hoy día, siempre que piensa en la aldea, también piensa en el
viejecito, aunque él no lo sepa.
El
viajero conversó con él en una única ocasión.
A
modo de broma le preguntó:
-¿Cree
que Dios vive en estas montañas que nos rodean?
-Dios
vive -respondió el viejecito- en los lugares en los que lo dejan
entrar.
PAULO
COELHO.
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