lunes, 12 de octubre de 2015

¿QUIÉN DA LA VEZ?

  Aunque a todos nos gustaría que nos atendieran en el preciso instante en que pedimos o necesitamos algo, hay momentos y lugares en los que la paciencia será nuestra mejor aliada. En los establecimientos públicos, en el cine, en el teatro, en la ópera, en el autobús y en el mercado, entre otros, hay que esperar, ineludiblemente, a que llegue nuestro turno de ser atendidos, hay que respetar una cola de gente que reclama el mismo servicio y tiene preferencia ante nosotros, por el simple hecho de que ha llegado antes al lugar.

En este libro hay epígrafes dedicados al cine, el teatro y la ópera, y al transporte en general, en los que hemos hecho mención de la obligación que tenemos de respetar una cola. En el apartado que ahora nos ocupa nos referimos a los establecimientos comerciales, a los mercados, a aquellos lugares donde vamos a comprar comida.

Es posible que en el mercado en el que usted acostumbra a comprar, la manera de controlar que cada persona espere religiosamente su turno para realizar su compra sea mediante un número que el cliente ha de extraer de una máquina, normalmente ubicada en un lugar visible, en la pared. Si es así, en algún espacio dentro de la tienda habrá un contador que irá reflejando el número que por turno va a ser atendido. En estos lugares se ocuopará usted mismo de coger esta papeleta y esperar a que el número que le haya correspondido se refleje en la pantalla para pedir. Si no coge su papel, aunque sepa qué personas están delante de usted y quiénes detrás, cuando le llegue el turno que en teoría le pertenece por orden de llegada, ni el tendero ni el resto de clientes tendrá la obligación de dejarle paso.

Puede que haya suerte y tenga la deferencia con usted, pero el hecho de no tener su número es suficiente para que atiendan a la persona que va detrás de usted.

Bien, cuando los turnos no se establecen conforme a ese papel numerado, el sistema es aún más sencillo, pues se atenderá a la gente conforme vaya llegando. Por ello, al llegar a una tienda lo primero que deberá hacer es ¨pedir la vez¨. Será conveniente que pregunte en un tono que cada miembro de la cola pueda escuchar: ¨¿Quién es el último/a?¨ Pida el turno a esa persona, y así, además de procurarse un espacio, ella sabrá que usted irá inmediatamente detrás. Ésta es la manera en la que se debe formar la cola en estos lugares, lo que no significa que las cosas siempre funcionen así, desgraciadamente.

A nadie le gusta esperar y parece que en los mercados todos llevamos prisa. De hecho, los mercados o galerías de alimentación son lugares donde el enfrentamiento verbal es frecuente.

Habrá personas que no respetarán los turnos y siempre que esté en sus manos intentarán colarse. Con cualquier excusa, como que tienen el coche aparcado en doble fila o que deben ir al colegio a recoger a los niños, harán lo posible para que les atiendan cuanto antes. A veces se aprovecharán de la amabilidad del resto de clientes, a veces de la del tendero, que no quiere perder la oportunidad de vender, hasta lograr su fin; no esperar la cola. Seguramente alguna vez haya coincidido con alguien de similares características. Si no, sepa que la manera de solucionar este tipo de situaciones no es enfrentándose a la persona, mucho menos recurrir a las voces e incluso a los insultos. Si se ve en la obligación de decirle algo, hágalo con educación, no se ponga a su altura. Si con el diálogo no consigue hacerlo entrar en razón, lo más sencillo es hablar con el tendero e informarle de que va a atender a quien no corresponde.

Parece que los mercados fueran lugares idóneos para la discusión y la falta de respeto hacia los demás. Se ha identificado esta actitud proclive al enfrentamiento en los mercados al perfil social de la gente que acude a ellos, y éste es un grave error. La clase, la educación y el saber estar son algo innato a la persona. Quien no pierde las formas en otro contexto y lugar no lo hará tampoco en el establecimiento al que vaya a comprar. Quien pierda las buenas maneras y sea capaz de llegar al insulto tan sólo porque alguien se ha saltado el turno, difícilmente mostrará educación en otros ámbitos.

Puede ser que usted vaya a comprar a un mercado donde haya diferentes puestos. Ante la afluencia de gente, y teniendo en cuenta que necesita comprar en la carnicería, en la pescadería y en la frutería, es posible que recorra primero estas tiendas para pedir la vez y después acuda a aquella en la que haya menor cantidad de personas esperando, con el fin de no perder el turno en las demás. Este sistema es aceptable, siempre y cuando respete efectivamente las preferencias y no trate de que le atiendan en cada uno de los tres puestos, incluso aunque haya perdido el turno.

Los hombres juegan un papel importante en los mercados. Su presencia es cada vez mayor, síntoma de que las generaciones cambian y hacer la compra ya no es sólo tarea de mujeres. Los hombres solteros que viven solos, e incluso los casados, disfrutan ocupándose personalmente de las compras. En las familias que tienen muy repartidas las labores conyugales, el marido es el fiel encargado de hacer la compra.

Entre el género masculino se observan distintos perfiles. El del novato, que evidencia que no es ducho en este arte y se convierte en víctima de todas las tretas del sexo opuesto. Este hombre guardará todas las colas pertinentes y hasta las que no le correspondan, y será presa fácil de las artimañas de los tenderos, si tratan de quitarse de encima esa porción de carne del día anterior o ese pescado que ya no está fresco.

Pero hay muchos hombres que son verdaderos expertos en el arte de zafarse de las colas, justificándose en una falsa inexperiencia. No queremos decir que estos intentos sean propios del sexo masculino, pero sí es cierto que con ellos se tendrá mayor condescendencia, quizá porque siguen siendo minoría. Si usted es hombre y éste es su objetivo, sepa que todas las personas han guardado cola y han esperado pacientemente a su turno, por lo que se echarán sobre usted si se cuela. Nadie recibirá un trato especial que le libre de una cola, ni aun siendo cliente habitual del local, pues el tendero sabrá que si tampoco él respeta el orden justo de llegada, puede perder clientes que se sientan de alguna manera defraudados.

La regla tiene excepción. Puede que usted haya adquirido un solo artículo y, por ejemplo, en la cola que hay en la caja de un supermercado tenga por delante a un número importante de personas con carros repletos. En este caso, deberá pedir educadamente y por favor que alguien le deje paso, pero nunca intente colarse, porque hará gala de una francamente mejorable educación.

ARANTXA G. DE CASTRO.

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