miércoles, 7 de octubre de 2015

NEOCÓRTEX.



  El tercer estadio de desarrollo es el ¨neocórtex¨. Es la parte consciente de la mente. Según Carl Gustav Jung, el célebre psiquiatra y ensayista, tiene una edad aproximada de cuarenta mil años y todavía se está desarrollando. Algunos investigadores contemporáneos creen que es más antiguo. La mente consciente no empieza a desarrollarse hasta aproximadamente los tres años de edad y no alcanza su máximo desarrollo hasta los veinte, más o menos. Estas edades varían según los individuos.
Este desarrollo tardío es una de las razones por las que tenemos tantos programas negativos y perjudiciales en nuestra mente subconsciente. Mientras nuestra parte emocional se iba desarrollando durante los primeros años de nuestra vida, aún no teníamos una mente consciente y racional que filtrara los programas negativos y seleccionara los positivos que necesitamos para nuestra vida adulta. Para empeorar todavía más las cosas, aún ahora no somos conscientes de esos programas, porque como se desarrollaron a tan temprana edad, no tenemos una memoria consciente de ellos.
A diferencia de la mente subconsciente, la cual desarrolla su sistema de valores a través de la emociones, la mente consciente desarrolla su sistema de valores a través de una interpretación racional de las experiencias. Como consecuencia de estas diferencias tan importantes, ¨los tres cerebros están constantemente disociados y en conflicto¨.
Ken Keyes, escritor y profesor, afirmó:

Aunque nuestro neocórtex tiene una capacidad de procesamiento mayor que la de cualquier ordenador que se haya construido jamás, lamentablemente no está conectado con el antiguo cerebro para monitorizar la retroalimentación y controlar los circuitos, algo que sería necesario para un funcionamiento óptimo. Por lo tanto, el cerebro nuevo, la mente consciente, analiza los problemas y propone soluciones racionales, a menudo sin tener idea de lo que está ocurriendo en el cerebro antiguo, la mente subconsciente, gobernada por sentimientos irracionales […] Ese es el quid de la cuestión. La escasa comunicación entre el cerebro viejo y el nuevo nos ocasiona problemas en nuestra vida diaria. El cerebro viejo puede, por ejemplo, ignorar el sistema de control del cerebro pensante y mostrar emociones intensas que han sido reprimidas en el inconsciente durante décadas a menudo creando una montaña de un grano de arena. El cerebro nuevo, operando en tiempo presente, se da cuenta de que uno es fuerte y competente, y que tiene autoestima, pero el insconciente, en cambio, continúa desencadenando respuestas inefectivas e inapropiadas a los desafíos que presenta la vida, basándose en los programas negativos de la infancia.

HARRY W. CARPENTER.

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